Con Santino y Lisandro, abrimos un ciclo de pequeñas grandes historias. Las de chicos con sueños, las de los pibes del interior que con mucho esfuerzo propio y de sus familias, llegan a clubes grandes para cumplir su meta de jugar al fútbol y trascender… El camino no es fácil, pero lo van superando, en una constante de entrenamientos, viajes, desarraigo, perseverancia, algunos llantos, pero también gritos de gol.

 

Hoy, nuestra pequeña gran historia viaja por la vida de dos hermanos. Santino Emanuel Fernández, el menor, tiene 12 años y es categoría 2010, en tanto que su hermano mayor, Lisandro, cumplió 16 y es el 3 de la 7ma. categoría: ambos juegan en las inferiores del Club Atlético Lanús, de la ciudad del mismo nombre, en Buenos Aires. Desde este año, viven juntos en la pensión de la centenaria entidad deportiva y esta semana volvieron a su ciudad, la nuestra, a compartir unos días con sus papás y su hermano del medio, «nuestro principal crítico», dijeron los chicos entre risas, como con su hermana mayor, que aunque no vive en Gálvez, los mima cada minuto que comparten.

Santino llegó al Granate «por una prueba, a través de la mamá de un amigo, entrené una semana y dijeron que les gustaba y que a la semana me iban a estar llamando, lo que fue en octubre» del 2021. Nacido futbolísticamente en Vecinal Urquiza, a los 8 años pasó a jugar en Unión de Santa Fe y luego, el año pasado, a Lanús. Con el número 10 en la espalda, tiene como referente a Neymar «porque me gusta como la pisa», y cuenta que «las prácticas son muy exigentes, los entrenamientos son muy exigentes, de dos horas y media, tres, voy a contraturno a la escuela y luego estamos en el club todo el día».

Su hermano Lisandro tiene una historia similar: «Arranqué en Urquiza a los 6 años, jugué un tiempo ahí y llegué a Unión por una final en Humboldt, donde me dicen de una prueba en Santa Fe, me invitaron, gusté y ahí empecé a viajar. Al principio lo hacía en cole, pero por ahí por cuestiones económicas, a veces iba con un vendedor de flores, otras con un verdulero, y así 4 años, hasta que nuestros papás tomaron la decisión de irse a vivir a Santo Tomé, y ahí las cosas se hicieron más fáciles».

Pero llegaría una nueva oportunidad: «Cuando mi hermano queda en Lanús, mis papás quisieron que acompañe a Santino. Decidí dejar a mis compañeros de Unión para ir a un club de Buenos Aires, quedé en la prueba gracias a Dios y ahora estoy viviendo con mi hermanito». «Es duro estar lejos de casa, pero nosotros nos cuidamos uno al otro», dijo el mayor, «es difícil pero es el sacrificio que hay que hacer cuando uno quiere ser jugador de Primera, no?», para contar luego su rutina: de 7:30 a 8:30 gimnasio, luego práctica, baño, almuerzo en el club para entrar a las 13 al colegio hasta las 17:30. «A las 20 cenamos y hasta las 22 nos dan tiempo libre, donde jugamos un poco a la Play», confesaron.

Los hermanos, hoy ya cuentan con representantes: se trata de Ignacio «Nacho» Acosta, hermano de «Laucha» (jugador de Primera División de Lanús), y Martín Aizenberg, y «la verdad que nos ayudan mucho, son muy buenas personas, así que agradecidos». Y viviendo lejos de casa -aunque sus papás están pensando en la posibilidad de emigrar para tenerlos cerca-, los Fernández dejaron su mensaje a los demás jugadores: «Les decimos a los chicos que practican acá o en los pueblos, que no se conformen, que se puede, que es con esfuerzo, pero si uno tiene un sueño, se puede dar».